José Melero

Obra narrativa de José Melero en Ediciones Irreverentes

25.5.06

Pequeño adelanto de "La soledad del húsar"


La soledad del húsar, de José Melero... dentro de unas horas, en las mejores librerías de España. Por ahora, un pequeño adelanto del texto; lo aquí aparecido se puede encontrar entre las páginas 40 y 42 de su novela. Lo fuerte, viene después.

Más tarde estaba sentado en mi consulta ante el primero de los pacientes de la tarde. Bárbara era una de mis favoritas, no es habitual tener una paciente tan atractiva. Después de repasar el contenido de la sesión anterior me dispuse a continuar.

-Cómo le ha ido esta semana -dije mirando con serenidad sus bonitos ojos azules.

-¿Esta semana? -dijo ella cruzando las piernas bajo su corta falda mientras extraía del bolso su pitillera de plata y encendía un cigarro. Me pareció alterada. Dio una calada y sopló un aluvión grisáceo que se extendió sobre los objetos que se ordenaban sobre la mesa; cómo detesto el humo de los cigarrillos. Me tensé sin dejar de mirarla con afabilidad mientras el humo llegaba hasta mi olfato-. Yo sé que usted no creía en el fondo lo que le había contado estas semanas, que creía que eran imaginaciones mías -y su voz se destempló un segundo antes de que sus labios se apretaran adoptando un gesto duro.

Ella tenía razón, a lo largo de las sesiones que habíamos compartido, había llegado a pensar que su malestar y sus sospechas estaban motivadas por los celos. La miré sin decir nada mientras ella fumaba ansiosa, y aquella actitud suya, tensa, la hacía aún más atractiva, sus grandes ojos marinos contrastaban con su pelo negro que ondulaba elegante hasta casi tapar sus hombros. Todo lo que de ella podía verse era esmerado y caro: un perfume astuto y delicado del que sólo se tomaba conciencia cuando ya era tarde, algunas joyas repartidas entre sus dedos, su cuello y sus lóbulos. Ojalá no fumase.
Dejó caer la ceniza de su cigarro en el cenicero y cambiando de repente su gesto me dedicó una sonrisa rendida y encantadora.
-Soy una tonta, perdone, dijo sin convicción. Yo guardé un calculado silencio sin aceptar su trampa. -En realidad es que no sé por qué he venido hoy -y volvió a dejarme la palabra en suerte. Yo seguí en silencio-. Me siento fatal. Trabajo demasiado, ¿sabe?, es necesario si trabajas en una inmobiliaria. Jorge, pasa incluso más tiempo fuera de casa que yo -y su gesto cambió de repente: su mandíbula se tensó y el carmín de sus labios se estilizó en una línea intransigente-. No me gusta que se rían de mí. Jorge puede hacer lo que le de la gana, pero no soporto que piense que soy imbécil -y se quedó callada unos segundos mientras aplastaba el cigarro en el cenicero.

-¿Por qué dice eso?

-Ya sabe lo que yo pensaba de mi marido, y a lo largo de estas semanas, gracias a usted, había llegado a pensar que mis sospechas eran infundadas, que quizás el problema eran tan sólo los celos. Desde hacía un par de sesiones estaba mucho más tranquila, pero ahora todo ha cambiado de nuevo. Verá, el martes pasado tenía una cita para enseñar una casa. Quedé con el cliente en una cafetería, se había hecho un poco tarde y yo sólo estaba deseando que no me diese plantón. Miraba a mi alrededor intentando dar con la persona con la que había quedado y en esto lo veo a través de la cristalera que daba a la calle -me refiero a mi marido-. Iba con una mujer -una rubia-, los dos muy divertidos: él le contaba algo y ella se moría de risa. Fueron a detenerse justo delante de la cafetería, él me daba la espalda y yo estaba dentro como una estúpida esperando a mi cliente impuntual mientras los dos se iban poniendo cariñosos y se despedían besándose. Era como estar en el cine, a menos de dos metros de él, a través del cristal, viéndola abrazarlo y cerrar los ojos mientras se besaban, y él de espaldas sin enterarse de nada, con su chaqueta nueva que yo misma le había regalado. Me quedé tan sorprendida que no pude reaccionar: en ese momento apareció la persona que estaba esperando y estuve el resto de la tarde con él mostrándole un par de casas en las afueras antes de volver del trabajo. Reaccioné cuando estaba en la ducha: al principio se me saltaron las lágrimas, pero después tuve, cómo le podría decir, un ataque de rabia -y me lanzó una mirada en la que aún brillaba un reflejo de aquella ira-. Me puse tan furiosa que creo que si lo hubiese tenido delante podría haberlo matado. Cogió la pitillera y encendió
otro cigarrillo que aspiró con profusión antes de emitir un voluptuoso cono grisáceo hacia una de las librerías, justo en la que estaba la edición completa de la obra de Freud...
El resto está en el libro

1 Comments:

At 11:36 a. m., Anonymous Anónimo said...

Hola Pepe. ¡Por fin publicaste tu novela! Desde Villanueva de Córdoba andas detrás de ella. Me alegro mucho y espero leerla pronto. Me gustaría que contactaras conmigo, pero no sé como. Recuerdos y saludos de Jose y Mariló. ¡Ah! Recuerdos del búho.

 

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